miércoles, 13 de diciembre de 2017

Con la CUMBIA en la sangre

Cuando suben al escenario el público sabe exactamente quién es cada uno de estos cantantes. Además de sus movimientos, su ropa y sus gestos los identifica con un género: la cumbia. Durante la década de 1990 produjeron grandes éxitos, como Añoranzas, Tronco viejo y Mi secreto amor, llenaron el Teatro al Aire Libre Jaime Laredo varias veces y le dieron vida a la industria discográfica nacional. Ahora, con más de 20 años de trayectoria cada uno, David Castro, Mónica Ergueta y Jorge Eduardo Rivero ven cómo sus hijos —Sergio Castro, Shary Ergueta y Junior Rivero— siguen sus pasos.

A diferencia de sus padres, que fueron haciéndose un espacio en esta industria, Sergio, Shary y Junior han pasado su niñez en escenarios en lugar de parques, giras en vez de vacaciones y han visto conciertos abarrotados de gente, siendo conscientes de lo demandante que puede ser este trabajo. Sin embargo, ahora que han crecido —Shary tiene 18 años, Junior 25 y Sergio 28— se enamoraron de la música tropical y siguen su camino entre la admiración por las carreras de sus progenitores y una lucha por brillar con luz propia.

Un lazo familiar en el escenario

Puede que Sergio Castro tenga casi 30 años, que cante desde hace cinco como solista y que maneje un repertorio distinto al de David Castro, pero su papá es un conocedor del oficio y no puede dejar de supervisar a su hijo. “Te has venido muy simple, creo que vamos a ir a recoger ropa”, comenta mientras inspecciona el vestuario de Sergio para la sesión de fotografías. Éste argumenta que es la ropa con la que hace sus shows y su papá frunce el ceño al tiempo que busca una de sus camisas para dársela, incluso cuando aquél no la usará.

Si bien la mayor parte de las familias en las que el padre es un músico de renombre sufre por el tiempo que la estrella pasa de viaje, en este caso sucedió lo contrario. Desde el momento en que Sergio le comentó a su papá que quería seguir su camino, comenzó a acompañarlo en sus giras, lo que les permitió fortalecer el vínculo familiar que no tuvieron antes. “Como él vivía con su mamá, fue difícil convivir juntos cuando era niño. Más bien el escenario fue un lugar de encuentro para nosotros: y en el camino charlábamos y nos contábamos de todo”.

Durante los viajes aprovecharon para hablar de la profesión y para que David le enseñara su técnica y estilo. Tal vez sería la última oportunidad para hacerlo, porque sufría de una afección en las cuerdas vocales que puso en riesgo su carrera. La situación empeoró y terminó en un concierto de despedida, en 2015, que reunió a Mónica Ergueta, Jorge Eduardo, Gastón Sosa, José Luis Córdova y Miguel Orías. “Cuando mi salud estaba delicada, y yo estaba angustiado y afligido por mi carrera, sobre todo en los últimos viajes, la compañía de Sergio ha sido muy importante, me ayudó a sentirme mejor”.

El legado paterno le ha abierto puertas a Sergio, pero también le acarreó críticas muy duras, sobre todo cuando vestía como David. “Hay gente a la que sí le gusta, pero hay otra que no está conforme con que cante sus canciones. Él siempre me alienta a que haga más y a que me lance, pero soy muy tímido, todavía me falta mucho para llegar a su nivel”.

El excantante de Los Brothers quiere que su hijo comience a componer para que pueda tener más oportunidades. Gracias a los éxitos que logró con su antiguo grupo y a la cumbia villera, el que alguna vez también fue mariachi pudo hacer espectáculos solo con temas propios. Eso le permitió generar mejores ingresos y hacer shows menos extenuantes. “Quiero que Sergio saque su propio material; imitar o estar haciendo el repertorio, ya sea mío o de otros, está bien al principio, pero ya es hora de que empiece a generar sus propios éxitos y a vivir de sus propios logros. En esto tiene todo mi apoyo, lo demás depende de él y de la gente, que es la que manda”.

Pero si en 2015 los médicos le anunciaron al compositor que la afección de sus cuerdas vocales era irremediable, tras dos años David Castro volverá a la música gracias a los cuidados de diferentes especialistas en La Paz, a una operación en España y a una recuperación muy larga. “Quiero disculparme con mi público por la despedida, fue un momento muy duro para mí. Ahora ya me estoy recuperando y tengo varias sorpresas: terminaré el disco que dejamos inconcluso. En él, Sergio y yo vamos a cantar un dúo. Además ya tengo el guion de una película basada en mi canción Añoranzas, que vamos a empezar a filmar a principio de 2018”.

Mujeres de cumbia

“Si yo no quería que Shary comenzara a cantar fue porque en este trabajo hay acoso. Cuando eres una adolescente bonita no falta quien te haga comentarios inapropiados. Cuando yo era jovencita y me decían cosas desagradables, les respondía con un disparate. Pero ella es más emotiva, es más sensible”, cuenta la intérprete de Mi muchacho de blue jeans.

Gracias a su rebeldía, Mónica supo defenderse de insinuaciones, críticas sobre su estilo y comentarios discriminatorios que recibió. Recuerda cómo se le fueron cerrando puertas por ello y cuánto le costó conformar un grupo de músicos que la reconocieran como líder. “A los hombres no les gustaba que sea una mujer la que mande. Fue muy difícil porque no me respetaban, por eso solo he podido trabajar con músicos extranjeros”.

La música tropical y su sensualidad al vestir son para la cantante una elección personal por la que tuvo que luchar para mantenerse vigente. Su padre, Reynaldo Ergueta, la encaminó desde pequeña a componer y cantar música folklórica, que interpretaba vistiendo ponchos y ropa tradicional. Sin embargo, ella tenía una imagen completamente diferente de sí misma. Es así que en 1994, a los 13 años, entró como bailarina al grupo Los Puntos. “Dentro de mí había, y sigue habiendo, algo muy sexy: me gustaban los escotes, las minifaldas, el pelo rubio; yo quería ser una artista tropical, que vistiera con mucho brillo, pero mi papá quería otra cosa. Lograr que ellos acepten mi decisión ha sido la parte más difícil de todo”.

Mientras Mónica y Shary posan para la cámara se hacen gestos, se molestan y juegan una con la otra, parecen hermanas. Mónica fue madre soltera y sus padres ayudaron mucho en la crianza de Shary y su hermana Fernanda. Entre shows, giras, grabaciones y eventos, Shary reconoce que juzgó mal a su mamá y que solo después de experimentar en carne propia el esfuerzo que requiere este oficio, se dio cuenta de su equivocación.

“Ahora que toco con mi grupo me doy cuenta de que es muy difícil que los músicos te tomen en cuenta, es una lucha que a veces hace que me arrepienta de mi decisión. Por eso estoy muy orgullosa de mi mamá, la admiro y la entiendo. Antes yo era la primera en pensar que esto era fácil, por eso hay momentos en los que pedirle consejo me da un poco de vergüenza, sobre todo porque ella no quería que yo comience a cantar”.

Con el nuevo disco de su hija en una mano y cargando a su bebé Reily, de tres meses, en la otra, Mónica terminó por aceptar que su primogénita heredó algo de su fuerza y rebeldía; a pesar de que Shary es más dulce, lo que se refleja en el repertorio de su disco y en su forma de cantar. “Es mi primera producción y tiene tres canciones: Abrázame fuerte, Te quiero más y Sueños de amor. La primera la escogió mi abuelito y es el tema que más está sonando. Esa es la canción que me diferencia de la voz de mi mamá. Además yo le canto más al amor, soy más tierna, ella siempre fue más agresiva, más dura”.

El próximo año, Mónica cumplirá 30 años de carrera y está planificando un espectáculo que, además de mostrar su trabajo en otros géneros musicales, puede que sea su despedida de los escenarios. “Sacrifiqué mi niñez, mi maternidad y casi toda mi vida por la música. Ahora quiero disfrutar de Reily junto a mi esposo Limberth. Todavía nada es seguro, pero es lindo ver que gracias a que Shary vivió de otra manera, quiera seguir cantando”.

El escenario como escuela

Mientras Alfredo Rivero, un abogado, cantante y periodista deportivo potosino disfrutaba de una copa de vino junto a su esposa Alicia y sus invitados, escuchó una voz que salía de debajo de la mesa y cantaba la balada Lágrima seca. Se trataba de su hijo, Jorge Eduardo, de cuatro años, que habiendo probado su primer vaso de vino, descubría lo que se transformó en la pasión de su vida: el canto.

Además de haber tenido un padre que lo introdujo a la música, Jorge Eduardo pasó por muchos otros géneros antes de quedarse con la cumbia. “He cultivado el heavy metal, jazz, salsa y amo la música romántica desde niño. He cantado con grandes grupos como Swingbaly, Luz de América, Los Signos, Opus 4.40 y Los Puntos. Mi carrera me ha permitido aprender y cultivar de todo un poco”.

Gracias a que tuvo este conocimiento cerca, Junior encontró que la mejor manera de formarse era recuperar la experiencia de su familia .“Siempre me gustó el arte, la música, el baile, la actuación. Cuando el canto tomó el primer lugar, a mis 15 años, comencé a ir con mi papá a estudios y conciertos. Mi formación es empírica, empecé cantando sus canciones y aprendiendo su técnica, esa fue mi escuela, después todo lo adquirí en cancha”.

Incluso hoy, a sus 25 años de edad, cuando está a punto de sacar su primera producción discográfica como solista y su nombre ya empieza a brillar por sí mismo, cada vez que Junior comparte escenario con su papá, la fuerza de su figura lo intimida. “Hice espectáculos grandes, nacionales e internacionales, pero cuando tengo que cantar con él, me siento igual de nervioso que la primera vez”.

Otro de los aspectos que desea imitar es la ética profesional de Jorge Eduardo, en un momento en el que la industria de la música tropical ha cambiado mucho. “Antes se trabajaba mucho más por lograr el éxito, ahora tiene un poco más de mercadeo. Lo que quiere un artista es ganarse el cariño del público, pero con talento y dedicación, con el esfuerzo que le pone al producir música de calidad”.

Por su parte su padre reconoce el talento de Junior y lo apoya, sobre todo con consejos. “Estoy orgulloso de tener descendencia que siga llevando la música en este largo camino. Cuando damos espectáculos juntos, me gusta ver su desenvolvimiento, el público reacciona de forma linda, veo en él a un Jorge Eduardo hace años, recargado”, comenta el músico.

La cumbia es un género especial porque es capaz de alegrar y despertar en la gente emociones fuertes. Ellos lo saben. Pero si por un lado hacen bailar, también ayudan a sacar alguna lágrima. “Soy un romántico empedernido y me gustan esas letras lindas, cortavenas, que hablan de desamor. Esas son las canciones que me permiten continuar en este camino y ser el mimado de Bolivia”, narra Jorge Eduardo.

Sergio Shary y Junior crecieron en medio de micrófonos y cables, viendo cómo sus padres sacrificaban su tiempo y energía lejos de ellos. Están conscientes de que la música tropical puede dar comodidades y fama, pero también conflictos. Para Shary y Mónica es una lucha constante contra el machismo; para Jorge Eduardo y Junior es una forma de compartir conocimiento, y para Sergio y David fue un camino que los unió y que volverán a compartir dentro de poco tiempo.



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